martes, 1 de octubre de 2013

Las etapas de la vida... Contigo.

Desde que nacemos nos han metido constantes ideas y planes en cada etapa de nuestra vida. Tratan de convencernos de que la infancia es la mejor etapa de nuestra vida, que ser infante consiste en aprender jugando, que todo es diversión y cariño, que todo es mucho más fácil. Nos atormentan con la idea de que la juventud es una etapa mucho más dura, que ni podemos jugar ni podemos asumir responsabilidades de adultos. Simplemente se trata de estudiar y aprender, de crecer constantemente para alcanzar la etapa adulta y definirnos como persona, encontrarnos y saber quienes somos. Y finalmente somos adultos, una etapa donde todo son responsabilidades y pocas diversiones, pero tienes suficiente madurez para encontrar a la persona con la que formar una familia.
Estas son las etapas y sus leyes sociales y jamás pueden mezclarse una con otra.
Pero yo no estoy de acuerdo. Desde que te conocí todas esas etapas se esfumaron para quedarme sólo con lo mejor. Porque vivir enamorada de ti es jugar a ser niños, vivir en constante ilusión pero con la madurez de saber que es contigo con quien quiero formar una familia y asumir responsabilidades como cuidar de nuestra relación. Porque tú me encuentras y me defines en esa etapa tan dura, y contigo me siento joven y me siento mayor. Contigo doy vueltas a todas las etapas y mando a la mierda las reglas, que lo único que me importa eres tú y lo que me haces sentir.

Cuando te miro.

Cuando te miro.
Cuando te miro es como si un trocito de seda me tapara los ojos. Es como si quedara evadida en una especie de belleza total que me hace verlo todo de una manera más fácil, más bonita, más enriquecedora. Es como si ese trocito de seda, fina y suave, preciosa, me protegiera de todo lo demás.
Cuando te miro pierdo al resto del mundo. Sólo escucho tu respiración y la mía hablándose de cerca, a centímetros, nuestros corazones latiendo a la vez, pero cada vez más deprisa. Sólo sé escuchar tu voz cuando estás cerca, nadie existe, nadie habla. No existe el viento.
Cuando te miro y viene una oleada de tu olor, sólo puedo respirar eso. Aparto el oxígeno de mis pulmones para llenarlos con el dulce aroma de tu cuello. Hundo la nariz en él y me siento como en el paraíso, como en casa.
Cuando te miro, mi boca sólo sabe sonreír, porque sabes que después viene comerte a besos, y que me alimentaría completamente de ti. Uno, dos, tres... Nunca es suficiente si se trata de tus labios en los míos, de tu cuello, de tu pecho... No quiero parar de besarte.
Cuando te miro se me erizan todos los pelos, mi cuerpo se pone tenso, y en pleno invierno siento una oleada de calor intenso. Mi sangre acelera cuando me roza tu piel, cuando se juntas nuestras manos, cuando me acaricias la mejilla en mitad de un beso. Mis manos te necesitan para tener sentido.
Y hablando de sentidos...
Cuando te miro, todos mis sentidos quedan reducidos a ti, todos para ti.